PSICOANÁLISIS Y POESÍA
Acerca de la escritura
Para la charla coloquio de esta tarde traigo
apuntes con los cuales intentaré desarrollar los siguientes cuatro puntos:
a)
La escritura como un trabajo y
el poema como un efecto
del trabajo realizado.
b)
La diferencia radical entre la
vida del escritor y su obra.
c)
La escritura como algo que
pertenecía a pequeñas élites:
sólo los poderosos podían escribir.
d) La escritura es una lengua
diferente a la lengua hablada.
Relacionando estos puntos,
digamos para empezar que el que sabía hablar no sabía el idioma que hablaba, en
tanto el idioma que hablaba se transmitía por intermedio de la escritura que,
en realidad, era otra lengua de la que hablaba.
Siempre se le ha dado a la
escritura, al escritor, al poeta, a la poesía, un lugar -si bien denostado y
perseguido-, siempre privilegiado. Este planteamiento lo hago en tanto que
pienso que la poesía es un trabajo. Ahora iremos a los instrumentos.
Para que la poesía sea un trabajo,
tengo que tener instrumentos. Esos instrumentos son el sujeto que escribe o
están en el sujeto que escribe. Es decir, cualquier sujeto parlante podría
desarrollar el ser de la escritura.
Esta concepción choca con las
ideas de inspiración, musas, élite, nobleza, dando lugar a una socialización de
la escritura.
El capitalismo genera un
proceso de socialización universal, es decir, la irrupción del capitalismo como
modo de producción en nuestras civilizaciones produce como resultado un efecto
humanizador, un efecto civilizador.
La socialización de la
mercancía, la posibilidad de que la mercancía llegue a mercados infinitos, abre
las compuertas y los medios para que también se pueda llegar a pensar en la
socialización del lenguaje, en la socialización de la escritura.
Entre cualquier jefe de
sección en cualquier fábrica más o menos moderna y un maestro de escuela hay
quinientos años de diferencia en favor del jefe de sección de la fábrica. El
objeto técnico en su proceso de socialización se adelantó al proceso de
socialización de la cultura, de la escritura, de la lectura y, por lo tanto,
éstas se atrasaron quinientos años.
Si pensamos cómo se produjo la
máquina herramienta, veremos que fue la física la que la hizo posible. La
física hace posible el capitalismo: sin la física, sin la máquina herramienta,
sin la rueda sinfín, no podría haber habido producción en serie. Por lo tanto
hubiese sido una ficción el proletariado o el capitalismo.
La física posibilita la fase
de producción capitalista, pero es también la fase de producción capitalista la
que genera nuevas opciones, como mínimo, de lectura de la realidad. La máquina
infernal que nos somete es la que nos posibilita la puerta de una posible
libertad. La Teoría del Valor y la Teoría del Inconsciente así lo atestiguan.
Para conversar, elegí tres
poemas míos que tienen que ver con el arte poético. Los tres son diferentes y
pertenecen a épocas distintas de mi escritura, y definen situaciones diversas
de la creación.
En uno de ellos se ve claramente cómo el
sujeto que está escribiendo, el poeta, está procesando que la creación es un
hecho que se da entre el poeta y la poesía. En otro poema, a esta función
poética el poeta la ve fuera de sí y es ciega: no se puede aprender.
Allí lo que
escribe es absolutamente independiente de él. Y a mi entender, ninguno de los
dos poemas deja de ser poema, sino que son poemas y se refieren al proceso de
escritura. Y, en el tercer poema, donde aparece una verdad: «Poesía, mientras
te escribo, dejo de vivir.». Después de esa frase nombra una serie de
obstáculos que el poeta tiene que vencer: rechazo la vida para ser esa página
escrita.
Este párrafo nos lleva al
segundo punto que quería plantear hoy: la diferencia radical de la vida del
poeta, que tiene que ser rechazada para poder escribir, y el poema resultante. No
podemos decir que el poema dé cuenta o trate la vida del poeta, aunque haya
partido de sus lágrimas para escribir el verso: «el cielo llora sobre la
ciudad». Es cierto que partió de sus lágrimas, y aprovechando el sema común que
tienen la caída de gotas de las lágrimas y la caída de gotas de la lluvia
produce la metáfora donde, humanizando el cielo, generaliza el problema de su
llanto y no dice como un tonto: «estoy llorando porque mi mujer me abandonó»;
no, abre la ventana, produce el hecho poético: «el cielo llora sobre la
ciudad». Es una metáfora porque humaniza el cielo y cosifica el llanto, esto
es, produce una nueva temporalidad.
Aunque el poeta crea que se
vale de su propia vida para escribir, su vida no es otra cosa que una materia
prima, como la madera con la cual, aplicando instrumentos de trabajo, fabricó
una mesa que no estaba en la madera. El poema no estaba en la vida del poeta,
sino que su vida funcionó como materia prima, como materia natural, porque
materia prima son los poemas de los otros poetas. La vivencia del poeta es
materia natural que, trabajada por los poemas de otros, se transforma así en
materia prima.
El problema que planteo es que
escribir siempre es un trabajo; sólo me doy cuenta de que los instrumentos que
creía conscientes y racionales en realidad son inconscientes.
Los instrumentos son
históricos, ideológicos y psíquicos y los tres son inconscientes para el
sujeto, porque si bien el mecanismo histórico, el instrumento histórico, es
consciente, es consciente para la historia, no para el sujeto, no para el
hombre. Los modelos ideológicos funcionan de manera inconsciente, lo psíquico
verdaderamente real es lo inconsciente.
Los mecanismos con los cuales
trabajamos la materia prima o la materia natural, la vivencia del propio poeta
y los libros que ya están escritos antes de la existencia del poeta son
mecanismos inconscientes. Desde este lugar no me cuesta ningún trabajo hacer un
pasaje y pensar un campo que denomino Poesía y Psicoanálisis.
El lugar desde donde digo: sin
la función poética no hay poesía, no hay pintura, no hay música, y nosotros
agregamos: tampoco hay interpretación psicoanalítica sin función poética.
Ponemos así la interpretación
psicoanalítica en el lugar de la superestructura del arte, es decir, pintura,
música o cualquier otra expresión que se conciba artística. Es tan nuevo para
la historia del sujeto eso que acontece como interpretación psicoanalítica,
como lo es para la historia de la humanidad un nuevo poema que acontece con las
características de serlo.
Normalmente se dice: Fulano de
Tal dejó en su obra la elegancia de sus gustos. Lo que propongo es una lectura
casi a la inversa, esto es, esa obra, que tenía que ser escrita de esa manera,
puso en ese sujeto esa elegancia que en realidad no conocí, sino que ahora
leemos desde su escritura.
La escritura es el efecto de
haber procesado una lectura. Aquí se plantea el problema de qué es leer.
Estamos leyendo
permanentemente. Tomamos café y pensamos: «Estará caliente, estará frío», y eso
es una lectura.
Alguien dice: «No sé si voy a
llegar». Acaba de leer. Y parecen lecturas ingenuas, pero en un caso usó la
física; en otro, las matemáticas.
Usó sin saber y eso se llama
la cultura, eso se llama la civilización: sin saber utilizamos todos esos
fenómenos que han ocurrido a lo largo de la humanidad y los utilizamos para
leer pequeñas cosas cotidianas. Hay instrumentos, entonces, en lecturas
sencillas como «voy a llegar tarde», «me mira con mirada inteligente» o «cree
que me estoy enojando». Cada vez que hago eso, estoy haciendo una lectura.
Si los modelos ideológicos
funcionan de manera inconsciente, lo ideológico es la propia vida del sujeto;
por eso la ideología no se puede abolir. La ideología se puede transformar,
pero no se puede exterminar, porque se exterminaría al hombre.
La «propia vida del sujeto»,
que el sujeto defiende con uñas y dientes, es, en él, inconsciente.
En apariencia, este fue el
siglo del error. No funcionaron las grandes doctrinas, ningún gran
descubrimiento, pero me acaban de preguntar en la radio si el psicoanálisis ya
se terminó cuando todavía no ha empezado, cuando no ha pasado siquiera un
siglo. Aún no se conoce en el sentido de que tenemos un instrumento novedoso en
las manos, que nos quema y que produce revoluciones del sentido, de lo que creo
que soy.
El psicoanálisis produce una
alteración total de la verdad. Podría decir: «esa lluvia que veo es real,
porque la veo», y la lluvia es real por un montón de motivos, menos porque yo
la veo. La mirada es lo que más le miente al hombre. Ve sólo el diez por ciento
de lo que hablamos y podemos expresar el diez por ciento de lo que seríamos
capaces de expresar, de pensar. Es decir, también
un amor atado.
Los periódicos trabajan todos
sus artículos con un máximo de trescientas palabras. Esa no es la lengua
castellana. La lengua castellana tiene un millón de palabras. Los cómicos, aun
estando en los medios de difusión, aumentan esas trescientas palabras a mil.
Los poetas, los buenos poetas, trabajan con diez mil palabras. Quedan
novecientas noventa mil palabras no utilizadas por nadie. La gente es capaz de
decir frente a esa ignominia que ya está todo dicho. Sí, ya está todo dicho con
las trescientas palabras, que es la vida que nos permiten.
La lengua castellana tiene un
millón de posibilidades de combinarse, y en ese sentido decía que sólo podrían
usarlas los cultos, sólo los nobles, los grandes, los profesores. Ya eso
apuntaba con los medios por los cuales nos permitiría ser socializada la
poesía, el hecho poético, el hecho simbólico. Y, diciendo que es un
trabajo aquello que yo produzco, un producto efecto de trabajo, un poema entra
en un nuevo proceso de trabajo como cualquier mercancía. Entra como
instrumento: con un poema puedo leer una realidad, y entra como materia prima
sobre la cual, trabajando, voy a producir otro escrito.
Existe la posibilidad de
pensar una máquina herramienta del pensamiento. Existía la posibilidad de que
la ciencia matemática se hiciera corriente de opinión, que pasara de ciencia a
producción de filosofía, de ahí a producción de ideología y luego corriente de
opinión. Así, no hace falta conocer la ley de los números naturales para sumar.
Es corriente de opinión. Antes del descubrimiento de la ley de los números
naturales (n + 1), la gente contaba de manera primitiva, tenía que mostrar
algo, los dedos, el ábaco, las piedrecitas, los nudillos, enfrentando el objeto
que querían contar. Para pensarlo simbólicamente había que entender la ley de
los números naturales y así nació la ciencia. Ahora que han pasado dos mil años
es corriente de opinión, ya que nadie tiene que entender la ley de los números
naturales para sumar.
Del mismo modo que una ley
matemática se hace filosofía, luego ideología y, por último, corriente de
opinión, también puede ocurrir con la poesía, con el psicoanálisis o cualquier
disciplina que abra nuevos caminos para la humanidad.
La conversión de la
inspiración y la musa en trabajo hace accesible este asunto. Puede decirse que
hay gente a la que le da trabajo trabajar, y yo diría que sí, que es verdad. En
un recuerdo que tengo, veo el arte poético como un esperar. Si me permiten
decirlo, el Menassa joven. La actitud poética era la actitud de espera. Allí no
sería atravesado por el lenguaje, por la historia, la polémica. Recuerdo haber
escrito un poema que decía que al poeta le mostraban piedras preciosas,
diamantes de África, mujeres extranjeras, se le leían poemas por altavoz, todo
para que dejara de esperar, porque en la espera era donde buscaba su sol,
buscaba su poema.
Pasan los años, y evidentemente impactado
por la comprensión que permite el psicoanálisis de los procesos de creación,
escribo un nuevo poema para hablar del arte poético:
Fui lo que se dice un
buen fenicio, en todo.
Fui lo que se dice un buen
fenicio, en todo.
No era navegar por navegar, mi
oficio,
mi oficio era tenderme entre los puertos.
Rosa perdida de perfumes rotos,
color de soledad, dejaba en
cada puerto,
un infinito brote de locura.
No estoy perdido de amores
sino de tedio:
ya nadie corre por los peldaños de mi
mente como tú,
ya nadie abre su fuente con alegría y deseo
para mí.
Yo ya no veo tus ojos en lo profundo de mis
manos.
Navegar por navegar no es mi
oficio,
arrancar trozos de la nada y unirlos en
conjuro,
ese es mi oficio silencioso y tenaz, como
de versos,
mi oficio no se puede aprender, no sabe,
es ciego.
En el impacto del choque con la interpretación del
deseo inconsciente en el proceso de creación, el poeta queda totalmente
convencido de que el arte poético es absolutamente inconsciente y que él muy
responsable de eso no es. Elabora en esta situación una posición de la escritura
como mandato social. Es escritor en realidad por mandato social. Es ciego al
mandato y ciego al producto del mandato.
Podríamos, haciendo un
paréntesis, ver esto en la interpretación psicoanalítica y preguntar hasta
dónde llega la responsabilidad del que la hace y, también para el poeta, hasta
dónde llega la responsabilidad de haber escrito un verso.
Llega hasta ahí. Exactamente
hasta ahí. Lacan lo decía así: «Ha comenzado su verdadero viaje». Ha terminado
su psicoanálisis y ha comenzado su verdadero viaje. Ahora que ya fue producida
la interpretación, usted haga con ella lo que quiera. Hasta la interpretación
era el viaje del psicoanálisis. Después de la interpretación es el viaje del
sujeto Fulano de Tal.
El viaje del poeta es haber
escrito el verso. El verdadero viaje comienza cuando aparece el primer lector.
Si nos fuéramos pensando que
hay varias maneras de pensar, sería suficiente. Porque, no contento con lo que
ya pensaba del arte poético, escribo un poema y le llamo:
Oficio de poeta
Envuelto en las brumas del
tedioso vivir,
sólo la poesía me acompaña.
Cuando voy por la vida, Ella,
suele asombrarse de mi soledad.
Le digo que no importa,
en su presencia el mundo se detiene para
mí,
los pájaros más nocturnos velan mi sueño.
Envuelto en los poderosos
ruidos de la máquina,
sólo su voz humana me acompaña.
Cuando hacemos el amor, Ella
me reprocha,
amarla como si fuera única.
Le digo que no importa,
en su presencia el mundo detenido en mis
manos,
se abre para mí, lo múltiple se abre para
mí,
añejas pasiones y amores venideros,
delirios y mujeres, se abren para mí,
diosas enamoradas y diademas, belleza
embrutecida,
el aire se abre para mí, los espacios
abiertos
donde
nuestro gran sol es una estrella más.
Envuelto en las sutiles
marañas del poder,
toda la vida es Ella.
Cuando Ella me encuentra en
esa encrucijada,
donde yo mismo soy el amante de la muerte,
Ella baila desnuda, despojada, también,
del amor,
dispara sobre mí para que no muera,
un millón de palabras en libertad.
Le digo que no importa,
en su presencia danzarina, la muerte
deja de brillar,
tiemblan los cementerios,
se abren los corazones profundos de la
tierra,
la vida nace por doquier
y el frenesí es color, vértigo, duda,
danza de la alegría sin escrúpulos,
alegría en plena libertad,
muerte de la muerte.
Aquí el poeta complica el asunto, porque intenta
decirnos que el proceso de creación es una relación que él tiene con esa abstracción
que nos plantea como poesía. Plantea el problema de la inmortalidad; dicho de
una manera concreta, que no es el poeta el que se inmortaliza, sino que, en
todo caso, hay algunos poemas que se inmortalizan.
La muerte de la muerte es lo
que puede la poesía. Lo más importante es que el poema plantea que hay una
relación misteriosa del poeta, del sujeto concreto que escribe, y la poesía. Una
relación con una abstracción, con un ideal, con una marcación, una especie de
Ideal del Yo.
En este momento se está
escribiendo un poema. ¿Por qué? Porque estamos poniendo en juego las pasiones y
los requerimientos del trabajo de la poesía. Están nuestras vivencias, están
las palabras, hay palabras de otros poetas, recuerdo otros libros, ustedes
recuerdan otros libros. Hay una situación particular que nos reúne. Tenemos
nuestra ideología, nuestra filosofía, nuestra psique.
Está todo, está la materia prima;
por lo tanto, en este momento se está escribiendo un poema. Lo que no sabemos
es si el agraciado que lo escribe en una hoja, el agraciado que representará
para que se sepa que se estuvo escribiendo un poema, ése quizá no está entre
nosotros, y si entienden esto, entienden lo que pienso del procesamiento de la
poesía.
¿Este es mi poema o este Oficio de poeta lo escribió otro poeta y
yo lo único que hice con mi ordenador fue transcribirlo, y el poema que yo
estoy escribiendo sobre el arte poético quizás lo escribe uno de ustedes?
Es una bella pregunta la que
hago. Hay en ella cierta universalidad o historia de la poesía. Más allá de lo
que piensan los sujetos, más allá de lo que todos pensamos, hay una historia
propia de la poesía que se va concibiendo más allá de lo que aquellos que la
conciben, los poetas, piensen de la situación.
Un poco más adelante, el
título Oficio del poeta, se
transforma en arte poético. Es un intento generalizador. En Oficio del poeta, el poeta estaba en
medio de la frase, el poeta que pudo escribir eso estaba metido en el título;
en cambio, en Arte poética no está
metido en el título, lo roza de sesgo.
Analizando los títulos, pensé
que en este poema se va a intentar una generalización que no consigue en el
anterior. Ese error se ve ahí donde complica el proceso de la producción
poética el que el poeta estuviera tan en contacto con la poesía, en un diálogo
casi personal. Leamos el tercer poema:
Arte poética
Poesía, lo sé, mientras te
escribo,
dejo de vivir.
Entrego, mansamente, mis
ilusiones,
mis pobres pecados proletarios,
mis vicios burgueses y, aún,
antes de penetrar tu cuerpo
-tapiz enamorado-,
abandono mi forma de vivir,
miserias,
locuras,
hondas pasiones negras,
mi manera de ser.
Vacío de mis cosas,
abanderado de la nada
transparente de tanta soledad,
invisible y abierto,
permeable a los misterios de su voz,
intento,
rasgo sonoro sobre la piel del mundo
la piel de la muerte
la piel de todas las cosas.
Poesía, sobre tu piel, rasgos
sonoros,
esquirlas apasionadas,
imborrables astillas de mi nombre.
Un psicoanalista mayor puede decir a un
psicoanalista más joven: «Olvídese de su pasado y podrá ser un buen
psicoanalista» o «no recuerde ninguna interpretación que le hayan hecho y así
usted hará una buena interpretación». Un maestro samurai también diría: «Cuando
te olvides de cómo te enseñé a manejar el arma, aprenderás; el arma formará
parte de tu cuerpo y ahí sabrás manejarla».
Tiene algo de artes marciales.
Me perdí un poco. El goce de la interrupción; la interrupción trae goce y por
eso molesta. Estaba tan preocupado en demostrarles lo que quería demostrar que
de pronto tuve una interrupción y sentí un placer; conversando se me fueron las
preocupaciones. Después uno dice: ¡Ay, me interrumpí! Tuvimos un goce de más,
un goce que no hubiese habido.
En ese goce que no hubiese
habido, siempre hay escritura. Un día me preguntaron si gozaba escribiendo,
porque confesé que escribía de cuatro a cinco horas diarias. Dije que sí, pero
no más que con otro trabajo, porque hago otros trabajos también. En todo
trabajo se goza, porque se goza en todo aquel lugar donde pierdo, donde rechazo
mi personalidad, mi manera de ser, mis pensamientos acerca de la vida, mis
compañeros y mis amantes.
No puede haber mundo diferente
si nadie piensa el mundo diferente; si todos estamos absolutamente convencidos
de que no hay otro mundo y esto es lo que es, eso es lo que puede el hombre.
Pero el hombre es capaz de
modificar la realidad social histórica si es capaz de imaginarla. Ningún poema
dijo eso, sino Einstein. Einstein decía que para poder conceptualizar había que
representar. Y se preguntaba: ¿cómo es posible conceptualizar algo nuevo si
primero lo tengo que representar y no lo puedo representar porque es nuevo?
Allí Einstein decía que la
función poética era esencial en la producción no-poética, en la producción
científica, porque hay un momento de la representación de la cual se saltaba a
la conceptualización, que dependía estrictamente del imaginario universal, y
del imaginario universal es de lo que se nutre la función poética.
Para entrar en coloquio
planteo lo siguiente: El inconsciente de la poesía es más extenso que el inconsciente
del sujeto psíquico.
COLOQUIO
Pregunta.-¿Se escribe con una intención de decir
algo concreto o hay que ser un especialista de la propia obra?
Miguel Oscar Menassa.-Si no me impacta, si no hay
hallazgo para el que lo escribió, se puede decir que no es un poema.
¿La poesía es toda la poesía o la poesía es el
hallazgo? Si la poesía es sólo el hallazgo, tendría razón: todo lo que es
hallazgo en la poesía es inconsciente para el poeta, en tanto que es un
hallazgo también para él.
También hay algo de voluntad y de determinación
social, lo llamado la aceptación. Pero en el aspecto mediativo, el poeta,
volviendo sobre los mecanismos de formación del lenguaje, es el brazo que la
filosofía tendría para que la poesía pudiera explicar.
Esa meditación está en toda la poesía; es filosofía
intentando dar cuenta de lo que no se puede dar cuenta.
Lo interesante del hecho poético es que no se puede
dar cuenta de él, sino por otro hecho poético, y por ello se distingue de todos
los hechos humanos.
Dice del inconsciente, pero no lo transforma en
consciente; dice del acontecimiento, pero no como narrador, no lo transforma en
novela o cuento, es un acontecimiento: alguien leerá el poema y sufrirá el
acontecimiento. Eso no lo produce la narración, no lo produce la novela ni la
filosofía o la ciencia; eso lo produce la poesía y esa es su distinción
radical.
P.-¿Cómo se juzga lo que se escribe?
M.O.M.-Eso es vanidad. Bueno y malo en poesía no
sirve. Ahora procesamos a Catulo. El hombre está procesando los poemas de
Catulo; quiero decir, sólo ahora la sexualidad del mundo se parece, se acerca,
puede ser procesada, entendida por los poemas de Catulo.
Yo también digo bueno o malo, pero a veces me
planteo que hay un prejuicio mío, porque frente a un joven de quince años represento
a la Academia. Cuando él lee el poema, tengo mil poetas en la cabeza que están
ahí juzgando; por lo tanto, mi crítica o mi objeción debe ser tenida en cuenta
muy relativamente, porque eso que me presenta un chaval de quince años es una
cosa nueva y yo puedo estar reprimiendo algo nuevo por ignorancia, por
pedantería, por orgullo o por creer que soy académico. Por eso hay que ser muy
cuidadoso.
El niño va al colegio a los
seis años, sale a los dieciséis y ese es un bien que le da la cultura. Tendría
que salir poeta; después puede ser ingeniero, abogado, barrendero. No sólo
enseñar a escribir poesía, sino que más fácilmente y con métodos menos
restrictivos que los actuales, enseñar matemática superior a los nueve años, ya
que están más capacitados para estudiar matemática superior a los nueve años
que a los veintiuno, cuando ya tienen de todo dentro de la cabeza.
También se puede pensar así
porque es un don, pero no es un don divino, y si lo queremos pensar divino,
será en el sentido de lo que es divino: divino es para todos; si no, no es
divino. Pero si es un trabajo, se trata de instrumentos. Viene la señorita y me
dice: Yo tengo esos instrumentos que usted dice, vivo en una ciudad, pero no
puedo escribir. Diría: Afine los instrumentos. No es que no tenga los
instrumentos, usted es un ser histórico, usted es un sujeto psíquico, usted
padece la ideología, usted tiene los instrumentos para escribir: o no se da
cuenta, o es tímida frente a eso, o tiene represión. Prefiere no renunciar al
pedazo de vida al que tiene que renunciar para ponerse a escribir.
P.-¿El poeta escribe de lo que
le pasa o le pasa lo que escribe?
M.O.M.-Soy un vitalista, y si me pregunta si por
algo dejaría de vivir, le respondo que no, que no hay nada en el mundo por lo
cual pueda pensar en dejar de vivir. Sin embargo, soy el que escribió: Poesía,
lo sé, mientras te escribo, dejo de vivir. Una cosa es lo que siento y otra
cosa es que me haga el tonto. Siento que nada me haría dejar de vivir, pero
cuando estoy escribiendo no estoy viviendo, estoy abandonando situaciones de
vida para escribir esa página, que es otra cosa, otro tiempo, otra dimensión.
Dije antes que el goce que me
daba la escritura, me lo daba también cualquier otro trabajo. Los accidentes de
trabajo tienen que ver con esto: el sujeto que está trabajando, olvida que está
trabajando, como si me olvidara de escribir y entonces no escribo, llevado por
la vida, arrastrado por la vida. La vida no es buena consejera nunca, ni
siquiera para el amor. ¿Qué buen amor progresa si se tiene muy en cuenta la
vida?
Cuando la vida humana está tan restringida a los
modelos ideológicos de convivencia, no sabemos si esa es la vida humana, no
sabemos si la vida humana es escribir el poema. No sé lo que es la vida; sé que
me hacen vivir una vida, pero no sé si es la única.
A veces siento como una obligación el escribir;
hay una pulsión, estoy entre ver el partido de fútbol y sentarme a la mesa a
escribir. Si opto por las dos cosas, puede salir una desviación en lo que
escriba, empiezo un ensayo y termino escribiendo un artículo periodístico en
contra.
Creo que es un mandato social.
¿Cómo se paga al decirle que no? Decirle que no al mandato social es
convertirse en un maldito. Es un trabajo en todos los sentidos, porque fue
trabajo simple cuando era un joven poeta. Escribía el poema y el poema, el
producto, se agotaba en el uso. Lo mostraba a ella y se terminaba el poema.
Bueno, ahora me han invitado a dar una conferencia, me han pagado el billete
por venir; entonces ahora se ha transformado en trabajo complejo. Si sigo así,
algún día obtendré plusvalía de la poesía.
P.-¿Cómo que no es un trabajo?
M.O.M.-Empezó agotándose en el
uso: lo mostraba a mi novia, ella lo leía y estábamos los dos muy contentos. A
veces, después lo mostraba a mi mamá. Un día mi mamá me dijo: ¿No te convendría
mostrárselo a más personas? Mi novia no me dijo nada, quería que siguiese
mostrándoselo sólo a ella; fue mi mamá la que me dijo: Hay más personas en el
mundo...
Es como pensar que la
ideología de Freud produjo el conocimiento psicoanalítico que produjo Freud. Ni
hablar; si Freud era más burgués que yo, pensaba como un intelectual, médico.
Pero, investigando, las cosas que se iban produciendo en su investigación
sobrepasaban totalmente su manera de pensar. A la novia que tenía, no le daba
ningún consejo que tuviera que ver con su teoría. Su padre era un pobre hombre;
su madre, no sé qué, pero el conjunto de las ciencias y filosofías estaban
preparadas para la producción de una teoría científica acerca del inconsciente.
Se hablaba de la cara oculta
de las cosas y del modo de presentarse de los objetos, la apariencia y la
latencia. Toda la filosofía de fin de siglo estaba fundamentada en que lo que
aparecía del ser, no era lo verdadero; lo verdadero era lo latente. Esa es la
filosofía de la época en que Freud hace sus estudios e investigaciones.
El famoso principio de constancia que Freud
utiliza fue un principio que invadió todo el conocimiento, las leyes del
equilibrio, las leyes de la constancia, los equilibrios iónicos de entrada y de
salida, hasta el amor se gestionó sobre el principio de la constancia, ¿o acaso
hasta hace un mes no pensábamos que el amor era dar y recibir, y cuando dabas y
recibías era en un equilibrio?
Ese no es el amor; ese es el
principio de constancia irrumpiendo en el amor, como irrumpió en la filosofía y
en la psicología de la mano de Freud, para proponer un deseo que nunca se
pierde; sólo se transforma. Una homeostasis, singular, asimétrica, ya que
cuando se equilibra el deseo, viene la muerte del individuo.
Eso pasa en el poema. Cuando se equilibró
esa tensión, es el punto final. Eso también pasa en los cuadros. Yo pinto y en
el cuadro es fácil ver cómo, si no pongo el punto ahí, la próxima pincelada no
sólo es otro cuadro, sino que estropeo los dos. Así que, evidentemente, hay
puntuación, hay muerte de la cosa. Para que surja el poema tiene que haber
muerte de la intención del poeta, que en este ejemplo sería la tontería de
seguir escribiendo.
Hay un pintor famosísimo al
que su mujer le sacaba los cuadros porque él seguía pintando y los estropeaba.
Ella lo perseguía para que terminara el cuadro. Era un pintor inmortal que no
había concebido la puntuación. Esto lo puedo decir porque soy poeta, pero no sé
si lo hubiera podido decir sin el psicoanálisis. Todos los poetas puntuamos,
pero no sabíamos que eso era la muerte, no sabíamos que eso era dejar de lado
nuestro ser para que surgiera el poema. Porque si no ponemos el punto final, no
hay poema, pero sigue nuestro ser en los cajones del escritorio. Tenemos que
dejar de ser; punto. Dejar de ser para que sea el poema. Eso es una renuncia.
P.- Yo dudo que por dejar de
hacer cosas pueda escribir un poema.
M.O.M.-No se contradice con lo
que digo, aunque parece distinto. Pero ¿vas a escribir el poema o sólo a tener
la duda? Porque si sólo tienes la duda, estás en mi teoría. Pero si lo
escribes, en ese momento no es un juego de ausencias y presencias. Es: dejo de
hacer estas cosas para escribir el poema. Lo planteé concretamente. Es una
máquina que si no se conecta, no funciona.
Es una máquina que si la conecto, dejo de hacer otra cosa.
No creo que la decisión sea
consciente, porque vuelvo a insistir que no todas las veces que me siento a
escribir escribo. Pero no todas las veces que no quiero escribir, no escribo.
Hay veces que no quiero escribir y escribo.
Hay noches que me pongo loco
ya las tres de la mañana me levanto a escribir; no sé qué me mandó ni quién me
dijo, soy una persona que normalmente duerme, pero a veces, por decirle que no
durante todo el día, me levanto de noche y me doy cuenta: tengo que escribir.
Creo que es un problema de
entrega como el amor. Como si hubiera hombres y mujeres que tienen mayor
capacidad de hacer el amor. Hoy quiero pensarlo exactamente como el amor: todo
el mundo tiene los instrumentos, todo el mundo posee la materia prima, hay
gente que lo hace más o menos, hay gente que lo hace bien. Pero pienso que la
sexualidad puede ser modificada, así como pienso que la relación que tienen
todos los hombres con la creación puede ser modificada. No tengo apuro: calculo
doscientos años. Estoy hablando de cuando el proceso de escribir sea corriente
de opinión; ahora, cuando dos personas quieren hablar, se encuentran y se
quedan mudos; uno dice: qué raro; espero un tiempo cuando frente a una persona
que no escriba uno pueda decir: qué raro.
P.-Usted plantea un mundo de
escritores.
M.O.M.-Esta fantasía la tenemos
cuando todos somos paralíticos. Yo también. «Cuando seamos todos escritores» es
una fantasía que tenemos cuando todos somos paralíticos y sale un escritor por
siglo. No estamos en un momento en que hay tantos escritores. Yo me empezaría a
preocupar cuando haya un diez o un veinte por ciento. Esto además toca a la
nobleza. A mí me conviene que no sea fácil escribir, a mí me costó mucho.
Pero, cómo no decirlo, si lo
descubrí; fue difícil porque nadie me lo dijo: lo aprendí solo. Nadie me dijo
que era entregarse, que si uno se entrega como en el amor, aparece el buen uso
del instrumento; que el instrumento no se puede usar bien cuando uno tenía
pretensiones de dominar el uso del instrumento.
Cuando se tienen pretensiones
de manejar el lenguaje se puede correr el peligro de Holderlin: volverse loco.
Dice Heidegger: La luz era tanta que lo cegó. Creo, en cambio, que Holderlin
tenía una tendencia manifiesta a controlar el uso del lenguaje, cuando el
asunto es dejarse manejar por el lenguaje.
Hay teóricos que hablan de
esto: de la pasividad del escritor, de la función mujer como función escritor,
en el sentido de dejarse atravesar por lo Otro.
Lo Otro, en el sentido de una
apertura al campo de lo Otro; lo Otro desconocido, misterioso, de lo Otro no
simbolizable, no representable.
Bueno, sería terrible que yo
hablara así y no escribiera, pero les aseguro que escribo.
Miguel Óscar Menassa
1990.
ZARAGOZA
Conozca a uno de los poetas y psicoanalistas más importantes de este siglo
y a su obra, Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010.