jueves, 18 de junio de 2009

Poesía. Del libro "La Mujer y Yo", - 36 -. Miguel Menassa

Hoy voy a escribir un verso
donde voy a retratar
el alma mia, que enferma,
vaga sin poder parar,
buscando un alma gemela
que la pueda consolar.

Mas la mitad que le falta
nunca ha sido su mitad
por eso que al encontrar
lo que con tesón buscaba,
no se adapta, no combina,
no tiene armonía, no.

Me quedo con lo encontrado
mas nunca podré decir
que lo que encuentro, buscaba.

Por ejemplo, una noche al llegar del trabajo
ella me dijo: A mi amiga no le gusta su cuerpo,
haz el favor de amarla,
ámala, para que el mundo gane una mujer.

Y así fuimos alterando nuestra razón
porque nuestra razón era lo único alterable.
Con nuestro cuerpo hacíamos malabarismos
para ponerlo contento.
Temíamos más las respuestas de nuestro cuerpo
a nuestras acciones que el peso mismo de la ley.
Había algo dictatorial en nuestras vidas
y eso eran nuestros cuerpos.

Después vendrán los estallidos de la vida
y toda piel tocará su arrebato,
toda voz su dolor.

Es por eso que me voy a despedir,
amada, en este verso,
del mundo de las cosa y de tí.

Él ese día me hablaba con sinceridad:

Si de vivir se trata, cien años más,
hay que saberlo, amada, ni tu cuerpo
ni el mundo de las cosas dura tanto.
Sin cosas y sin cuerpo, las palabras,
las palabras sencillas serán nuestra vida.
No será necesario decir madre o amor
para sentir escalofríos.
Y un día ha de romperse el tiempo
y empezaremos a caer
mas, sin cosas y sin cuerpo,
ha de ser fácil para el viento
llevarnos, en sus propias entrañas,
alrededor de todo el universo.

Pero eso es como la muerte, le dije,
y me dejé deslizar por la pendiente
que, en realidad,
era el tobogán de nuestra infancia.

Sucia de arena y de besos, esta vez,
desperté para siempre.

Miguel Menassa (1940)

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